LAS EMOCIONES SE CONTAGIAN

El que haya un ambiente emocional positivo en las empresas es un criterio que se traduce en beneficio empresarial: las empresas más felices son las más rentables, ya que la aportación de valor de sus colaboradores es mayor, de la misma manera que un grupo de personas se lo pasan mejor cuando viven en un ambiente más positivo, y no sólo eso, sino que consiguen mayores y mejores resultados. 

Está demostrado: las emociones, igual que la gripe o los constipados, se contagian entre las personas que se encuentran cerca.

Nuestros cerebros (los centros de nuestras emociones) se conectan con los cerebros de las personas de nuestro alrededor, como si de conexiones wi-fi se tratara.

Durante más de 2,5 millones de años de existencia de nuestra especie en la superficie del planeta Tierra, nuestros cerebros se han ido desarrollando para captar información de nuestro alrededor. Dentro de esa evolución y desarrollo, una parte importante ha sido dedicada a poder obtener información de los demás sin necesidad de que nos la transmitan de una forma consciente para ambos. Así se ha desarrollado nuestra capacidad para detectar emociones en los demás.

No hace muchas veces falta que nadie nos diga que está contento: detectamos un brillo especial en sus ojos... no hace ni tan siquiera falta saber de qué humor llega uno o una a la oficina: su manera de entrar lo está delatando...

Pues bien, esas emociones que podemos identificar sin necesidad de que nos sean explicitadas, también nos influyen, de la misma manera que las nuestras influyen en los demás.

¡Cuántas veces una persona malhumorada en el despacho ha estropeado el día a todos sus compañeros!: y no ha hecho falta más que su emoción haya llegado a los receptores de nuestro cerebro, la hayan procesado y nos haya contagiado.

Las emociones se contagian y eso lo saben, sobre todo, los líderes, y también saben que sus emociones -las emociones de los líderes- son las más contagiosas de todas, ya que ellos poseen las antenas emisoras más potentes de emociones para todos los que les rodean.

Los líderes auténticos (aquellos que no son jefes por simple imposición del rol) saben que no sólo dirigen el trabajo de las personas, son conscientes que también gestionan las emociones del equipo, y no sólo eso, sino que saben que para mantener el compromiso de los colaboradores es imprescindible el gestionar adecuadamente las emociones colectivas que vive todo el grupo, y para ello es muy importante gestionar, en primera instancia, sus propias emociones.

Todo buen líder conoce perfectamente que el valor diferencial de una empresa reside en las emociones de sus empleados, ya que son esas emociones las que mueven a las personas, y las personas son las que consiguen los resultados.

Siempre me impactó, como aficionado al baloncesto que soy, que en un país de bajitos locos por el fútbol, unos larguiluchos chicos fueran los primeros en alcanzar un título mundial: no sólo eso, sino que un grupo de chicos nos dieran la confianza de que allí donde fueran eran los favoritos. Nuestros "chicos de oro", esa generación de genios, equipo casi irrepetible, que han paseado nuestro baloncesto por todo el mundo... Pues bien, hace unos años preguntaban a varios de ellos la clave del éxito, aquello que había hecho posible que alcanzaran esos éxitos desde que eran muy jóvenes. La contestación de todo ellos era exactamente la misma: eran un equipo y se lo pasaban bien todos ellos juntos.

Era impresionante como personas que ganaban un dineral, que se pasaban todo el año compitiendo, que no tenían descanso y que estaban amenazados por lesiones o incluso algunos las arrastraban, hacían lo que en su mano estuviera por participar de ese equipo. Conmociona saber que alguna gran estrella de la NBA ponía como condición a su equipo que era "irrenunciable" para él el jugar con sus compañeros... No se sentían unidos por la sed de títulos, ni por el dinero ni tan siquiera por un desmedido amor a la bandera: se sentían unidos por unas emociones colectivas que vivían y que sólo hacía falta verlos antes de los partidos o después, o en entrevistas o en reportajes, para darse cuenta que aquellos chicos se lo pasaban bien haciendo lo que hacían: esa estructura emocional que era el equipo los hacía invencibles...

Porque los equipos no son únicamente conjunto de personas, sino estructuras emocionales. Las personas somos emociones y esas emociones se conectan con las emociones de las personas de nuestro alrededor, formando así una estructura de emociones conectadas que cuanto más positivas sean, más felices nos harán a todos.

Y hemos de ser conscientes que las emociones son un elemento insustituible en la maduración personal y en el desarrollo de la inteligencia... cuanto más emocionales, más inteligentes: es la clave de la inteligencia emocional!!!